En esta recreación pictórica el artista pretende exaltar los valores plásticos, que residen en los colores tierras, en las laminillas de oro y en la diversidad de texturas, que están elaboradas con elementos de la naturaleza tales como arenas, marmolinas, pigmentos minerales y aglutinantes naturales sin olvidar, por supuesto, que el soporte cultural y natural precolombino, donde están pintadas las figuras, es el costal tejido a mano (yute).
No se debe dejar de resaltar que si hay una dimensión antropológica que inspira al artista es aquella en la que el maestro Reichel Dolmatoff (1979b) definía el chamanismo como el conjunto de creencias y prácticas que tratan de organizar las interrelaciones entre el cosmos, la naturaleza y el ser humano.
En la serie Chamanes, cada pasaje de cada obra, evoca un ritual que está absolutamente cargado de espiritualidad en cada una de las figuras antropomorfas en movimiento, que emulan sacerdotes en trance: “son figuras cautivadoras que atrapan fijamente la mirada, son figuras electrizantes con un movimiento intenso y extenso, que parecieran pretender descifrar los secretos más íntimos de la naturaleza y de la existencia humana.”
En síntesis, en el desarrollo pictórico de la serie chamanes el artista Correa enriquece y armoniza la paleta con una descarga prolífica de colores ocres y dorados que se alinean y demarcan en una expansión creciente y continua de múltiples veladuras y transparencias para que la mirada hipnotizada de los espectadores reviva y descifre sus propios sueños.
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